Di´arina y de Maíz
También los grandes caen..
Por Arturo CEJA ARELLANO
También los grandes caen, postrando sus rodillas, sucumbiendo poco a poco, lentamente, pero con la mirada hacia lo más profundo de las alturas, desparramando al viento su ideología, su lucha, su motivo de vida, finalmente opacado por la cobardía de los hombres y mujeres enlodados por la injusticia surgida de la mítica ignorancia, de una educación no consumida en su cuerpo, de la indiferencia profunda de seres humanos ignorados socialmente.
Y los grandes también riegan con su sangre los surcos del grano estéril, que apenas rinde frutos débiles que se inflarán un día, cuando el hombre comprenda el mensaje que aún se expande plenamente entre la humanidad; el mensaje de paz y de amor, el del respeto, el de la lucha igual, que no sea un sin igual surgido del hambre del poder, de la sed de gobernar, sin importar no ser llevado al trono por la decisión plena de los gobernados.
El sacrificio disfrazado de los grandes hombres de la historia, por una mano oculta en los intereses políticos, que escupen la culpa hacia grupos vandálicos, han enlutado a las naciones, a los pueblos, a los diferentes credos; y ello nos hace recordar al Ché Guevara, a Violeta Parra. Ésta, ¿suicidada?, no obstante a que “le daba gracias a la vida por haberle dando tanto…? Ello siembra duda perenne, en quienes llevan su canto en el corazón.
“Dime ave caída… ¿quién detuvo tu vuelo, si en el pico llevabas un clavel y una rosa?.
“Fueron tú mis hermanos, vestidos de soldados, que no quieren a las aves y me han derribado”.
Recordando a Lucio Cabañas y a Genaro Vázquez, aquí en nuestro país.
“Ya está llorando la tierra, herida por un cuchillo… lo que en su vientre le duele, es la muerte de Jaramillo”.
Ahora nos anuncian la muerte de Facundo Cabral, asesinado brutalmente en Guatemala luego de terminar un concierto. Huyó, lo persiguieron y lo mataron a balazos en una caseta de bomberos donde intentó refugiarse.
Ello nos recuerda que a los perros rabiosos jamás se les escapa su presa, ocúltese donde se oculte. Y esas jaurías las tenemos aquí, entre nosotros, ocultas entre la inocencia.
Y yo me pregunto, ¿acaso Facundo Cabral finalmente supo quién fue más lejos… la montaña o en cangrejo?.
Claro que siempre lo supo, pero él siempre lo puso en duda a través de su canción.
Y siempre soportó que le dijeran “el abandonao”, solamente porque jamás engrasó los ejes de su carreta.
La trova ha perdido a uno de sus grandes representantes, a quien yo conocí a través de su música allá por los años setentas, a la par con Oscar Chávez que, Por Ti, continúa cantando su protesta, la letra de poetas enclaustrados y no pocos masacrados.
Facundo Cabral era el trovador solitario, no era rico, pues vivía al día deleitando al noctámbulo que buscaba como él, la comprensión y una paz varias noches soñada.
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