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lunes, 9 de mayo de 2011

LA QUEMAZÓN DEL PERRO. PARTE V LA RECONSTRUCCIÓN.

LA QUEMAZÓN DEL PERRO. Quinta parte. 
La reconstrucción.
de Mamerto Rosales, el Lunes, 09 de mayo de 2011 a las 2:30




El día 18 de abril de 1868 los señores Villada y Mercado lanzaron una convocatoria abierta a través del periódico “Siglo XIX” de la ciudad México, D.F. -que reprodujo y prosiguió “El Constitucionalista”, de Morelia, Michoacán- a efecto de recibir donativos en favor de los desamparados por el tristemente célebre incendio, que arrasó con las tres cuartas partes de la población, dejó en la ruina total a 187 familias y produjo la muerte de siete personas.

El pueblo de Purépero fue de los primeros en expresar su público pesar a los taretenses, por la desgracia de que habían sido objeto y se aprestó a enviar “algunos auxilios” . De acuerdo a la Ley de División Territorial del Estado, del 10 de abril del mismo año, las tenencias de Ziracuaretiro, San Ángel Zurumucapio y Tingambato, continuaban siendo parte de la municipalidad de Taretan. Se había desincorporado como tenencia del municipio, Urecho, toda vez que en 1855 se había erigido como municipalidad.

Para el 27 de abril ya se había reunido la cantidad de 121 pesos, proveniente, de manera principal, de los diputados del Congreso de la Unión, cuyos integrantes también eran Villada y Mercado, este ultimo, representante popular por el distrito de Uruapan, compuesto entonces por los municipios de Taretan, Paracho, Nahuatzen, Cherán y desde luego el municipio de Uruapan.

La cifra creció a 256 pesos entre otros diputados federales, para el 1° de mayo, mientras que lamentablemente la población de Pátzcuaro fue escasa en cuanto a su concurrencia a una función teatral y cuyos fondos serían destinados para los damnificados taretenses, en virtud de que solo se juntaron 40 pesos.

Con el tiempo, la miseria y el hambre se acentuaban entre los taretenses damnificados. La población solidaria que habitaba en la parte norte del poblado y que se salvó de las llamas, se multiplicaban para repartir auxilio, cobijo y alimento a los primeros. Las haciendas de la periferia hacían lo mismo. El Ayuntamiento de Morelia dispuso que una compañía de teatro denominada “Escobar” destinara sus entradas de manera filantrópica para aquella causa.





Al mismo tiempo, una de las primeras necesidades de los taretenses, lo constituyó la reconstrucción de la iglesia, palacio municipal y la cárcel, así como la conclusión de los arreglos del empedrado de la plaza, que habían quedado pausados a merced de dicho incendio.

El 12 de junio, don Ignacio Solórzano, exvecino de Taretan y ya entonces de Morelia, había recolectado la suma de 474 pesos entre conocidos suyos de esta ciudad, mientras que de manera paralela repartió otros 135 pesos entre un total de 28 familias arruinadas. De igual forma, de Los Reyes, canalizaron la suma de 24 pesos.

Para dar respuesta positiva a la propuesta de aquellos taretenses, el Gobierno del Estado, dispuso de la autorización del Congreso Estatal, para canalizar el diez por ciento de lo recaudado en la receptoría de rentas del municipio, en favor de los damnificados, según la publicación del periódico “El Constitucionalista” de fecha 10 de julio de 1868.

En fin, la solidaridad de los michoacanos, de los diputados del Congreso de la Unión, del gobierno estatal y de los propios hacendados de la región taretense, hizo posible la reconstrucción titánica del poblado. Por ejemplo en 1871, uno de los grandes protectores de Taretan, Don Feliciano Vidales González, el rico hacendado dueño de las haciendas de San Marcos, Tahuejo, El Sabino, La Parota, así como de la casona principal del pueblo, mandó edificar de su propio peculio, la barda perimetral del templo.

El día 8 de octubre de 1875, en siete años, los pobladores habían reconstruido totalmente la iglesia de San Ildefonso. Dicha fecha se encuentra inscrita en la parte superior del vitral ovalado de la fachada principal de la parroquia. De ahí que en octubre de 1975 se hayan celebrado en Taretan los primeros cien años de la reconstrucción del edificio religioso más importante de Taretan.

En tanto que el quiosco de la plaza se inauguró el 16 de septiembre de 1890.

Así sucesivamente, las casas del poblado estuvieron reedificadas, junto con el palacio municipal, tal como las conocemos en la actualidad. En un tiempo, a finales del siglo XIX, la calle donde comenzó aquel incendio llevó el nombre de “6 de abril de 1868”.

Sin embargo, para que los taretenses se congraciaran con Dios por aquella especie de “maldición” que a través del colosal incendio había caído sobre Taretan, sus pobladores comenzaron la edificación de un nuevo templo en el Barrio Alto, también como una forma de agradecer al Señor el hecho de que esa parte de la población quedó a salvo de las dantescas llamas en 1868. Así, la construcción de un nuevo y amplio recinto religioso comenzó por entonces en el transcurso de las últimas dos décadas del siglo XIX.

Por otra parte, de nuevo en pie la Iglesia de San Ildefonso, los libros bautismales y las imagenes religiosas ya a salvo, solo faltaba una representación de un nazareno, de tal suerte que solo algunos vecinos, que la habían hecho cargar sobre el lomo de un burro en aquellos momentos de alarma y de confusión, ya fuera por apagar el incendio o para poner a salvo las pertenencias religiosas del templo, ante la eventual rapiña de los fascinerosos que aprovecharon la presencia de las llamas, recordaban haber asustado al borrico con la imagen sobre su lomo y correr hacia las huertas y el cerro.



Se dice que, sobre todo los burros, son animalitos que reconocen en forma automática el ir y venir desde un punto a otro, de tal suerte, que entre tanta ida y venida, por el medio de los caminos de herradura, veredas o brechas, el animal reconoció seguramente el antiguo camino hacia Pátzcuaro, hasta donde llegó con todo y escultura del nazareno taretense, cargado sobre su lomo.

La tradición oral patzcuarense también cita que después del colosal incendio taretense, a las puertas de la iglesia agustiniana de aquella ciudad lacustre, llegó un burro cargando sobre su lomo una imagen de un nazareno, por lo que ésta fue colocada en un altar, primero en la iglesia de los agustinos y finalmente dispuesta en la iglesia de los juaninos o de San Juan de Dios, en la misma ciudad (ahora ubicada a un costado del hospital civil).

Otra versión patzcuarense, revela que la imagen del nazareno iba cargada en una mula para Taretan, pero que el animal se adentró con ella en el convento de los agustinos de dicha ciudad. Al cargar de nuevo a la mula, esta, una y otra vez, se introducía en el reconto religioso, por lo que los frailes determinaron dejar finalmente la representación del Jesús Nazareno en dicho templo y pasó después a formar parte de los altares del la iglesia de su ubicación actual de San Juan de Dios.

A la imagen de Jesús Nazareno, se le dio el nombre de “El Señor de Taretan” para distinguirla de las demás y, desde entonces en toda la región lacustre michoacana, se ha extendido una natural devoción a la imagen religiosa, en cuya túnica se miran colgadas, solicitudes y agradecimientos de favores recibidos por Dios, bajo la intercesión de la escultura de madera.

CONTINUARÁ...

Fabio Alejandro Rosales Coria.

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