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jueves, 2 de febrero de 2012

Di´arina y de Maíz

Di´arina y de Maíz
Le tronó la pistolita a Solorio
Al que obra mal, se le pudre el tamal

Por: Arturo CEJA ARELLANO.


Cuando un individuo pierde la sencillez y la humildad, cuando permite que su alma sea cubierta de arrogancia y prepotencia, de un despotismo humillante y doloroso, pierde su esencia de un ser humano con capacidad para servir a sus semejantes.

Es muy común ver en hospitales, a doctores que han perdido el sentido humanitario, su capacidad de servir fuera del consultorio, porque dentro de él son fantásticos profesionales. Afuera de éste solamente son profesionistas insensibles, que dejan a la gente con la sonrisa nerviosa dibujada en sus tristes y desesperados rostros.

Cundo un familiar enferma, quisiera uno que todo mundo volteara a vernos y nos tendiera la mano para auxiliarnos. Cuando nosotros mismos enfermamos, quisiéramos que todo mundo nos visitara y nos diera una apapachadita. Así de sensibles somos los mortales.

Si tenemos la desgracia de acudir a equis o zeta hospital, nos invade una ligera esperanza el saber que es dirigido por un conocido. Sin embargo, qué tristeza nos invade cuando éste nos da en respuesta un rotundo ¡NO!, un saludo fugaz, sin escucharnos, sin empaparse del problema que en ese momento nos invade.


El miércoles pasado encontré caminando por el pasillo principal del reestructurado palacio municipal de Jacona a un viejo conocido, habitante de la parte alta de la población, quien me comentó que el martes habían dado de alta a su hijo en el Hospital General, pero que el cobraban inicialmente más de 3 mil pesos. Luego le rebajaron a Mil 500.

Se llama Martín, le dicen “El tiznado”, quien desde niño ha sufrido las inclemencias de la vida, y se la partido haciendo de todo, hasta lo usaron como “burrero” para trasladar materia prima indeseable para ya no pocos a Guadalajara.


Ha sufrido de todo para sobrevivir y lo ha hecho contra todas las trabas que nos puede colocar la existencia. Ahora como padre, Martín está pagando las malas que hizo y lo afronta con responsabilidad. Él trabaja como albañil y su esposa en la congeladora. Viven ahora allá, por donde escupió el diablo, en una colonia sumida en la lejanía, con la carencia de lugares irregulares para el gobierno municipal.


Me dijo que había acudido con el Secretario a quien le pidió ayuda. Sin embargo, encontró un contundente “NO” y la respuesta de que no podía ayudarle porque esa no era su función, ni su responsabilidad, pero tampoco lo orientó hacia dónde tenía que acudir. En realidad había estado con el Síndico.


Le comenté el caso al alcalde Martín Arredondo Delgado, quien de inmediato comisionó al Secretario del Ayuntamiento para que se hiciera cargo de la situación. Éste fungió en la administración municipal anterior como Regidor de Vialidad; por lo tanto, al convivir durante casi cuatro años con otras dependencias, bien pudo haberlo enviado al DIF, o a la Dirección de Atención Ciudadana o Trabajo Social.


Ello solamente nos muestra la total incapacidad, el desconocimiento, o el no tener ganas de ayudar a los necesitados, a los que van en busca de apoyo y más aún cuando no tienen trabajo, mucho menos dinero.


En este caso no era necesario desembolsar dinero, sino el tomar el teléfono y marcar el número de Trabajo Social del Hospital General para solicitar el apoyo para el solicitante y más aún cuando el actual director de nosocomio, Juan José Solorio Rincón, cuando fungió como Regidor de Salud, ayudó mucho al mismo, por lo que existe cierta deuda entre la institución con el municipio de Jacona.


Pero bueno, comenté la situación con Raymundo Rivera Enríquez, director de Comunicación Social, quien de inmediato se hizo cargo del asunto, tomó el teléfono, hizo la llamada correspondiente y finalmente lo solucionó. Todo quedó en un pago de 500 pesos y eso es que el paciente ¿¡Goza!? de los “beneficios” del Seguro Popular.


Por eso es que estamos como estamos y por eso es que le tronó la pistolita a Solorio.


Qué pena y qué frustración que un hospital ¡Certificado! Carezca de todo para que doctores y enfermeras puedan hacer su trabajo. Sin alcohol, vendas, ni mejoralitos, no se puede aliviar al paciente.


Si los responsables de la famosa certificación visitaran de manera sorpresiva el Hospital, ni siquiera al director encontrarían. Certificarían la inexistencia de equipo, medicamentos, materia prima y todo lo que se necesita para ofrecer un servicio mediano, no digamos de buena calidad.
Y a los funcionarios del Ayuntamiento de Jacona, pues habrá que pedirles solamente que sean un poquito más sensibles y que buscan la vocación de servir a sus semejantes.





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